Bienvenidos a otra nueva
entrega de Tarracomientos, en este caso volvemos a la Región de Murcia y no es
porque haga buen tiempo, sino porque es muy prolífica en restos romanos como
podéis observar, ya hemos estado en Caravaca de la Cruz, en Mula y ahora en
este caso a Jumilla. En este caso el yacimiento se encuentra a medio camino
entre el entorno manchego y las huertas de Murcia, famosa en época romana tanto
por la producción de aceite, como de vino a diferencia de Fuente de la Teja. El
clima que disfrutaba la villa era bastante agradable con precipitaciones
escasas, veranos cálidos, pero inviernos no demasiado fríos a diferencia de la
meseta propiamente dicha.
Hablar de la villa de los
Cipreses, es hacerlo como cada vez que se trata el tema de otra cualquiera, de
una explotación autárquica, aunque no solo eso, que será tratado más adelante,
sino que también destacaban por su proximidad a vías de comunicación de mayor o
menor importancia, en el caso de la tratada en esta entrada tenía en sus
cercanías la que unía Carthago Nova
con Complutum (actual Alcalá de
Henares) y Saetabi (Játiva) y Castulo (hoy Linares). Esto significa
que estaba introducida plenamente en las redes comerciales de la península y
sobre todo del Levante.
Como ha sucedido en otros
casos anteriormente, os estaréis preguntando ¿Y desde cuando se conoce la villa? Como suele suceder en la
arqueología no hay respuestas tajantes porque cualquier hallazgo puede matizar
o modificar lo dicho anteriormente y obligar a la comunidad científica a
reformular lo dicho. Parece que las primeras evidencias de su descubrimiento
datan ni más ni menos que del siglo XVIII, esto convierte a este yacimiento en
uno de los más antiguos de los estudiados hasta ahora, pues ya conoceréis que
la mayoría fueron descubiertos a lo largo de las postrimerías del siglo XIX y
la primera mitad del siglo XX. Pero pese a ello para que las primeras que
tuvieron lugar con mayor o menor sentido académico tuvieron lugar en los años
sesenta. Curiosamente toda la campaña se paralizó y no sería hasta los primeros
años de nuestro actual siglo cuando se pusieran en marcha las primeras campañas
de excavación en un claro sentido académico y que buscaba conocer con claridad
el yacimiento. En el momento en el que se escriben estas líneas solo se conocen
la pars agraria y la pars frumentaria o fructuaria, parece ser que la superficie excavada perteneciente a
una parcela ocuparía unos 2.500 m2 y será en ellas en las que se
centre esta exposición, ya que la parte residencial propiamente dicha apenas se
conoce.
En las excavaciones se
han hallado tres fases constructivas diferentes: una de época republicana
(s.II-I a.C) bastante simple pues era una mera explotación agropecuaria, entre
los siglos I y III d.C, tiene lugar la etapa de la villa altoimperial en donde el
procesamiento y la construcción de un perystilum
complejizó su estructura y a partir de esta fecha tuvo lugar una ampliación que
dio lugar a la estructura de época bajomedieval, que fue el de máximo apogeo
antes que la crisis del Imperio propiciara su progresivo abandono (s.V d.C). Como
es obvio el estudio se centrará en la segunda de las etapas referidas, la cual
tuvo bastante que ver con la iniciativa del emperador Augusto (s.I), de
establecer explotaciones agrícolas tanto en Alicante como en Murcia con la
intención de abastecer a las urbs de
mayor tamaño, como ya se comentó en el caso de Fuente de la Teja, especialmente
a Carthago Nova.
Como se dijo
anteriormente las principales especies cultivadas eran la vid y el olivo,
aunque también es probable que se hiciera lo mismo con cereales o con árboles
frutales como la higuera. Lo curioso de Los Cipreses es que conserva intactas sus
instalaciones dedicadas al proceso del aceite y del vino muy bien, y por ello
sabemos que estaban separadas.
En cuanto a la primera
ocupaba en términos generales entorno a los 200 m2, ya que se sabe
que su torcularium (lugar donde se
procesaba la aceituna y tras ello se conducían a unos pequeños lacus para que las impurezas se
desprendieran) ocupaba los 45 metros cuadrados y la cella oleícola (equivalente a nuestras actuales bodegas que servían
para que el producto reposaran) alcanzaba los noventa, esto tiene que hacer
reflexionar al lector acerca de la importancia que tendría su producción a
juzgar por este tamaño. Como es lógico,
se intentaba por todos los medios perder en el proceso la menor cantidad de
líquido posible, de ahí que las paredes de las estancias estuvieran recubiertas
con hormigón hidráulico, que evitaba las filtraciones.
A la hora de hablar de la
última de ellas, hay un problema, la excavación se realizó circunscrita a los
terrenos de una parcela, de tal manera que algunas estancias como por ejemplo
el torcularium, no se conocen. Sin
embargo, el resto de ellas han sido perfectamente descubiertas y delimitadas,
conocemos el lagarium (lugar donde se
pisaba la uva, ocupa 50 m2), los lacus
(lugares donde fermentaba el mosto y se convertía en vino tenían una
superficie de 18 y 14 m2 respectivamente) y la cella vinaria (lugar
donde el vino producido se almacenaba a la espera de ser consumido o exportado
según el caso), comprendiendo unos 39 m2 del conjunto. El suelo de
la estancia estaba revestido de hormigón hidraúlico (debido a su carácter
impermeable) para que se perdiera la menor cantidad de vino posible en el
proceso, en cambio las paredes en la mayoría de los casos se realizaban en
tapial.
Coincidiendo con la
crisis de la etapa constructiva de época altoimperial, se construyeron una
serie de dependencias que los expertos en la materia han venido a llamar la pars rustica, como la culina (cocina) y la cella penuaria (algo así como una
despensa). También se han hallado restos de huesos de equino y de utensilios de
costura, lo cual puede interpretarse como la existencia de actividades
complementarias a la producción de vino y aceite como la realización de figuras
con materiales óseos así como crines de caballos o elaboración de tejidos, como
es lógico la mayor parte de estos últimos se destinarían a la exportación.
Los cambios que trajo la
época bajoimperial a la villa fueron bastante notorios, para empezar,
ampliación y monumentalización del área residencial a través de mosaicos, por
ejemplo, separación de las habitaciones de los siervos de la pars fructuaria, la cual también sufrió
una notoria ampliación. Además, ya para concluir, el inicio de la decadencia
que traería como principal consecuencia el abandono de Los Villares posteriormente,
fue la sustracción de moneda de la circulación. Con las acuñaciones de menor
calidad de la segunda mitad del siglo IV, es probable que los individuos
sustrajeran de la circulación las que poseían un valor más elevado, eso es lo
que ocurrió y lo que se halló en pequeñas ánforas, aunque como casi todo es
discutible, ya que muchos autores discuten si realmente fue eso o si se reducía
meramente a una tentativa de ahorrar por parte de una familia.
Situación del yacimiento (el norte es la izquierda de la imagen).
Noguera
Celdrán, José Miguel y Antolinos Marín, Juan Antonio. 2009,192.
Estratos que componen Los
Bañales. Ibídem, 261.
Parte dedicada a la
producción de aceite. Ibídem, 277.
Parte dedicada a la
producción de vino. Ibídem, 281.
Vasija donde fueron halladas
las mencionadas monedas del siglo IV. Arias
Ferrer, Laura, Antolinos Marín, Juan Antonio, et alii. 2011, 79.
Bibliografía
Arias Ferrer, Laura,
Antolinos Marín, Juan Antonio, et alii.
2011: “Un conjunto numismático de época bajoimperial procedente de la villa de
Los Cipreses (Jumilla, Murcia)”, Numisma
255, 77-109.
Noguera Celdrán, José
Miguel y Antolinos Marín, Juan Antonio. 2009: “Áreas productivas y zonas de
servicio de la villa romana de los Cipreses (Jumilla, Murcia)”, Archivo Español de Arqueología 82,
191-220.
-2009: “La villa de los
Cipreses: un modelo para el análisis rural romano en la llanura de Jumilla
(Murcia)”, Archivo Español de Arqueología
82, 251-311.
Vicente Castro Martínez.
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